22 de mayo de 2011

El Numero Seis


 Sobre el campo verde resaltan veintidós jugadores, once azules y once blancos, el árbitro levanta la mano, da el silbatazo de salida y se empieza a escuchar el sonido sordo del balón que rebota de taco en taco.
Desde la tribuna se oyen los gritos de ánimo de las madres emocionadas, pero mi oído se concentra en la voz de un papá estacionado justo tras la línea blanca del campo, que exaltado y caminando a lo largo de la cancha  como siguiendo a su hijo, un bajito con peinado de cazuela y ojos de plato que viste el numero seis, grita sin cesar:

- ¡Pégale! ¡Llévatela! ¡Vamos!

Se toma la cabeza entre las manos, y conforme transcurre el partido, el papá empieza a perder el control,

 -¡Con una fregada, que te muevas! ¡Porque no le das!

Todo el partido lo observo a detalle, esperando que en cualquier momento se meta al campo y saque al numero seis de la oreja, pero se contiene y se limita a externar la frustración de un padre que quiere vivir su pasión a través del hijo.

-¡Que pasa, pos que no viste esa bola! ¡Te pasó rozando caray!

El No. Seis lo ve de reojo con mirada recriminadora y sigue corriendo hacia la jugada del momento. Los gritos no cesan y el papá se ve realmente alterado.

Por fin, una hora mas tarde, el arbitro silba el final del partido, no me enteré quien fue el equipo ganador, solo vi como el papá, con sus manos en la cintura lanzaba un hondo suspiro de espaldas al campo mientras los jugadores saludaban en gesto deportivo a sus oponentes.

Todos los niños corren hacia sus padres, observo al numero seis, que llega con el suyo a chocar palmas, y este le dice despeinando su cabeza

-¡Bien jugado hijo!

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