14 de octubre de 2011

PAUSAS

En medio de todo el barullo del día, entre pendiente y pendiente, me transporto en mi oficina ambulante, parece que todos llevan prisa, ya nadie te cede el paso, caras de enojo por aquí y por allá, gente exasperada en medio del trafico tratando de arreglar la vida por medio de los celulares; tal parece que no hay tiempo ni para respirar. Yo me incluyo en el grupo y espero con ansia el siguiente semáforo, no sé a ciencia cierta si lo requiero en verde para llegar más rápido a mi destino o en rojo para hacer una que otra llamada de mi celular y tachar uno más en la lista de pendientes. Bueno parece que el destino se impone y el semáforo cambia a amarillo frente a mis ojos, siento el deseo de acelerar para ganar el paso pero el carro frente a mí se frena en el momento preciso, como debe ser, aunque arranque de mi boca un “pendejo!! por que se frena?”. No me queda más remedio que tomar mi lugar en la fila y esperar los dos minutos correspondientes a la pausa de tráfico, que me es regalada aunque más parezca un robo de mi tiempo o un castigo divino. Aprovecho el momento para marcar el teléfono, pero la línea aparece ocupada, cuelgo con un nuevo coraje en el rostro y trato de tranquilizarme un poco, tomo aire y paseo la mirada alrededor. Y ahí esta ella. Parada en la esquina, con su falda de repollo colorida y floreada, muy a la usanza de su etnia, sus pies descalzos y su camiseta con una leyenda en inglés, que aunque raída está  muy a la moda gringa. Solo alcanzo a ver su boca que se mueve sin parar dirigiéndose a un bulto que acuna en su regazo. En ese momento levanta la vista, los ojos negros se clavan en algún lugar mientras con su mano lleva atrás el pelo lacio y enmarañado. Se dirige al arbusto silvestre que crece junto al poste y corta decidida una ramita que acerca al bulto a manera de alimento, sonríe y le sigue hablando tiernamente mientras se mece de un lado a otro tratando, me imagino, que aquel ser que forma el bulto caiga en los brazos de Morfeo. Con el dorso de su mano limpia descarada los mocos que le escurren de camino a su boca. Parece que se ha cansado, suelta el bulto que, mientras cae, se desenvuelve en capas de tela que terminan en nada. Camina alrededor del poste y sus ojos se cruzan con los de la niña que habita el carro de enfrente. Sus miradas se cruzan un segundo y en mi cabeza se presentan mil cuestiones sin respuesta. Sigue su camino y se encuentra con su madre, y, para mi sorpresa, abre sus bracitos de par en par para abarcar la redondez de la cadera india, que acaricia su cabello en un gesto desenfadado. El semáforo se cambia a verde, tengo que avanzar. Caigo en la cuenta que en mi vida hubo una pausa, una pausa de esas que deberíamos sumar a cada instante para tomar un respiro de frescura, de vida, de esencia.

7 de agosto de 2011

IRONIAS


Ya casi está listo, solo faltan los nombres. Cambio la punta de la dulla por una redonda y delgada, y mi mano, firme empieza a deletrear con dulce color naranja: Camila, Karen, Luisa y por ultimo al varón, Alex. Listo. Una última mirada al espejo, estoy bien, cargo el pastel hasta el carro y lo acomodo de manera que no se estropee y llegue completo a tan importante ceremonia. Solo tengo unos minutos para entregarlo, para luego correr a la prepa, donde como todos los días lucho contra la inconformidad, apatía, flojera y todos aquellos atributos que cualquier docente quisiera borrar de la ola generacional que nos corresponde lidiar, al menos este ciclo escolar. Hay pocos carros estacionados fuera del salón de fiestas que servirá de marco para la graduación, yo encuentro lugar provisional estorbando la salida de un auto, pero mi estancia ahí será pasajera. Usando mi habilidad de equilibrista, logro cargar el pastel, mi bolsa, el celular y al mismo tiempo activar la alarma del carro. Cuando entro al pequeño salón ya siento el sudor correr por mi espalda, tengo el tiempo encima. La directora se acerca a mí con cara confusa entre alivio por verme al fin y satisfacción al ver el pastel decorado que representa su logro de este ciclo. Ya libres mis manos tengo tiempo de desviar mi vista, y ahí están, no se cual es cual, pero su carita redonda y cachetona, sus dientes en desorden, y sus piernitas como fideos, me hacen asegurar que son Camila, Karen y Luisa, tres niñas con capacidades diferentes, arregladas de fiesta y listas para recibir su diploma de primaria. Paseo la mirada pero no puedo localizar a Alex, bueno, tal vez su problema no es visible a simple vista, tal vez sea alguno de aquellos niños ya sentados que parecen llevar una vida normal. Me despido sintiendo un enorme deseo de quedarme a presenciar tan emotiva ceremonia, pero no puedo, yo también tengo un deber que cumplir este ciclo. Salgo nuevamente a la exposición del sol que amenaza con calcinar la tierra entera. Una camioneta de lujo está obstruyendo mi salida, creo que es solo cuestión de un momento porque al abrirse la puerta baja una mujer cuya sonrisa no le cabe en el rostro, y del otro lado baja un hombre, muy bien vestido, con pantalón kaki y camisa de marca, de esas que de solo ver el signito empieza a doler la cartera. Pero lo que más llama la atención es la mirada llena de orgullo que dirige a la tercera persona que con tanto trabajo trata de salir del gran auto. Nadie le ayuda, poco a poco, van saliendo las muletas, luego unos brazos fuertes que se apoyan en ellas con determinación para cargar con aquellas piernas tembeleques incapaces de sostenerse por sí solas. Inmediatamente caigo en la cuenta de que es Alex, el cuarto nombre del pastel. El chofer mueve al fin la camioneta, pero yo estoy como paralizada por la escena, Alex camina paso a paso con determinación mientras sus padres lo siguen, y al igual que yo hace unos minutos, hace gala de toda clase de malabares para abrir la puerta, sostener las muletas y lograr mantenerse de pie, siempre con los ojos chispeantes y la sonrisa tatuada en su pequeño rostro, todo al mismo tiempo ante la mirada de sus padres que por instinto protector hacen ademanes de querer ayudar pero se detienen abandonándolo a su suerte. Alex lo logra y desaparece en el interior del salón seguido por sus guardianes de vida. Yo entro a mi carro y las lagrimas corren por mis mejillas sin poderlo evitar, ante todas las adversidades de la vida hay quienes nunca dejan de luchar. Fue difícil para mi ese día mantenerme firme ante mis alumnos capacitados al cien por ciento, pero así es la vida, poco justa, hay quien siempre carece y no se cansa de luchar y hay quienes tienen todo y se sientan a ver la vida pasar.

22 de julio de 2011

SIETE DIAS STAT
Un lunes que con el paso de las horas se convierte en viernes. La jornada de trabajo floja, y mientras el cielo se nubla, aparece compañía inesperada; el vino y la plática consumen el tiempo mientras una luna llena espía por entre las nubes. El tinto es el preludio de un sueño entero y confortante que convierte el martes en un día energético, la brisa ayuda a mi remo a tocar la orilla que espera bajo un sol nebuloso que abrasa mi piel. Tarde de parque, niños, juego, bullicio hace que me premie con un miércoles tranquilo y muy personal; pero todo tiene su precio y el jueves se convierte en el día de acción, todos esos robots que se tragan mi pensamiento mientras mi mandíbula se ocupa de la tinaja de palomitas. Y llega el fin de semana, la casa se llena de amores lejanos, platicas interrumpidas, risas y regaños que se extrañan, el consejo de una madre, el reclamo de los hijos, los aromas del recuerdo y todo vuelve a fluir; domingo, hora de decir adiós y seguir adelante.

22 de junio de 2011

SEIS MINUTOS


SEIS MINUTOS

Escucho el agua golpear contra los azulejos, y el vapor que emana por encima del cancel me avisa el momento de entrar a la regadera. Siento el agua resbalar por mi piel. Mi cabeza empieza a trabajar a mil por hora y una lluvia de imágenes me bombardea.
        
Tengo que ir al centro y regresar antes de las once. ¿Donde esta el shampoo? Daniel dejo abierto el bote. No le dije a Tere que entregara el sobre. Como me quito esa canción de la cabeza. Se lo he dicho mil veces. Ojala que Mike pase el examen. Ahorita lo entrego yo. Imagino el momento de su graduación. No fue mi intención hacer ese comentario ayer. ¿Que me voy a poner para la cena del jueves? algo que me haga ver bien. ¡Y vuelve esa cancion! ¿Ya sabrá Luisa lo del asunto de Salma? La mesa al centro, el ventanal y la cubierta clara. Espero que venga la mayoría. ¿Donde demonios dejaron el jabón? Aquí esta, mas vale que me apure. Sigue esa cancion. Playita, sol y cerveza, mejor compro la lavadora. ¿Como no le pego a la lotería? Bueno se lo merecía por impertinente. Que no se me olvide hablarle a Carolina. Mi madre debería poner una mejor alarma.  Arroz y asado de carne. Formaría una fundación de becas. Pero mandaría a todos mis conocidos a estudiar fuera. Y una alberca. Necesito una buena frase. Pájaros azules o algo de amor.  Me esta sonando la tripa. Espero que haya café preparado. Hay que ser realista. Pronto llega Ma. Inés. Quiero abrazarla. Siempre ha de sonar cuando me meto a bañar.

Ya no tengo jabón encima. Cierro el chorro de agua. ¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿Tres, cuatro horas?, o solo 6 minutos de caos en mi imaginación. Y salgo tarareando la cancion.

20 de junio de 2011

CIRCUNSTANCIAS

Algo salio mal. Desde el primer instante que Hassam abrió los ojos al mundo. Todo aquel ajetreo en el
hospital, ellos creen que no duele, pero el llora, llora de dolor; al sentir su cabeza oprimida, tanto por los huesos pélvicos de su madre, que como vaticinando el futuro se niegan a darle paso, como por aquellos fierros retorcidos que el doctor usa sin piedad oprimiendo su cabeza.

Desde sus primeros dias en casa supo que no era bienvenido, la cara parda y acartonada de su madre, la falta del abrazo o la caricia; y su llanto frenético que no despertaba el interés por cambiarle los panales rebosantes de caca o arrimarle una teta a esos pequeños labios desesperados por la humedad de esa leche tibia que brotaba a borbotones desperdiciados, haciendo que se ahogara entre la lucha por tragar y respirar al mismo tiempo cuando tenia oportunidad de saborearla . Cansado dormitaba entre sabanas sucias con olor a vomito agrio y orines acumulados.

A los cuatro años, Hassam daba la estatura y complexión de un mocolete de apenas dos, flacucho y con los pelos desparpajados, con la ropa sucia y aquellos zapatos que parecían hacer muecas a quien se parara enfrente. Motivo para sonreír, ninguno. Siempre ocultándose por los rincones, tratando de evitar que su madre le echara ojo y desquitara cualquier furia contenida contra su pequeño cuerpo que ya presentaba marcas de hebillas, cucharones y cualquier cosa que pudiera estar al alcance de la mano de su madre, mientras el bulto de su padre se presentaba como mudo testigo indiferente

Con permiso de apartarse un poco de la casa, claro, condicionado a que fuera no más lejos del establo, el chiquero o el granero, Hassam se empino en las tareas interminables que le asignaban. Como disfrutaba hacer enojar a los marranos jalando sus colas, o quebrar los huevos a medio empollar y oír el canto lastimero de las gallinas que parecían mostrar mas entraña que su propia madre. A sus diez años, Hassam había desarrollado algo extraño, podía sonreír en su mente, pero su rostro era incapaz de reflejar el sentimiento.

Debido al duro trabajo físico, aquel cuerpo fifirucho fue tomando tono, aunque flaco y bajito, Hassam contaba con una fuerza superior a la de cualquier muchacho de 14 años. Su abdomen ya marcaba y sus bíceps se inflaban de manera impresionante cuando imprimia fuerza a alguna de sus tareas, que vale decirlo, siempre fueron extraordinariamente pesadas para un niño común y corriente. Pero en Hassam ya todo era bocado comido. Acostumbrado a la mala vida, al maltrato y desamor, volcó toda su fuerza y su mente en crear un mundo propio.

Los animales de su pequeño mundo no se inmutaban, cada día, cuando llegaba la hora de descuartizar a un marrano, jalar las ubres de la vaca de una manera inhumana o degollar una gallina, Hassam experimentaba un dejo de frustración, en realidad aquellos seres no le temían, ni le obedecían, simplemente seguían el camino trazado por la naturaleza misma. Hassam empezó a sentir el vacío, algo que despertó en el la necesidad de ir un paso adelante y salir al mundo. A los dieciocho desperto de ese letargo. Corrió a casa aun con el trinche de la paja en sus manos. Encontró a su padre sentado desenfadado frente a su plato de asado, no dio tiempo a treguas, el golpe fue certero y el trinche se enterró hasta el fondo salpicando de escarlata el rostro de su madre, que con los ojos desorbitados se aferraba al tortillero que llevaba en sus manos, no dijo palabra, solo sintió el frío del cuchillo de mesa que rasgaba su cuello de tajo. La sangre tibia baño su brazo. Hassam saco su pañuelo del bolsillo y limpio su frente. La adrenalina corría por todo su cuerpo.

Hassam se alejo de su casa con paso firme, con una motivación nueva fue a buscar su mundo, y por primera vez, la sonrisa de su mente se reflejo en sus delgados labios.

19 de junio de 2011

LOLA

Era temprano, el sol apenas asomaba sobre las montanas pintando de un azulado rojizo el cielo, hacia frío, el mismo frío que recorría mi cuerpo, una especie de ansiedad se apoderaba de mi. Por lo general dejaba mi casa contento, pero hoy algo se había tornado diferente. Quien dice que el amor no existe, miente, y quien piensa que dos seres no pueden compenetrarse, también miente. Siento el pesar de Lola, ella, siempre alegre, atenta y vivaz, esta mañana no se levanto conmigo, me acerque a la cama y acaricie su cabeza, solo abrió los ojos un momento para cerrarlos nuevamente con un sopor que me preocupo. Hoy no me acompaño a tomar café, ni a la puerta a despedirme. Algo anda mal. Si algo le pasa a Lola no se si podría soportarlo, ha sido mi compañera por tantos años, siempre sumisa, fiel y cariñosa, lo que cualquier hombre puede desear, juguetona si estoy de humor, si no, respeta mis momentos y mis silencios. El día es largo y lento, y lo único que espero es volver a mi casa y abrazar a Lola. La quiero.
Al voltear la esquina, veo en el jardín de la casa a Martina, el ama de llaves, mi preocupación crece, pero al acercarme, la veo a ella, que en ese momento me mira y corre hacia mis brazos meneando su cuerpo con soltura y el pelo volando al viento. Lola esta bien. Rodamos por el pasto y como siempre me lame la cara.

30 de mayo de 2011

Noticias que Matan

Con el cansancio acumulado en mis hombros y sumando a ello el peso de mi portafolios, subi pesadamente los escalones; otro día que se acaba, la rutina. Nada como llegar a casa. Abro la puerta y de golpe me llega el aroma fresco, a pino y flores. Tiro el portafolio las llaves y la bufanda; mas adelante, los zapatos con un dejo de descuido, eso sucede cuando sabemos que alguien pondrá orden y mañana volveremos a lo andado. Ya en la habitación, la cama perfectamente estirada y los mullidos cojines acomodados milimétricamente me invitan a una larga siesta, pero resisto y me dirijo directamente al baño, me cambio a ropa cómoda y por supuesto, la usada queda regada por el piso. Ya en la cocina, preparo una cena a base de fruta y embutidos, no me cuido mucho de seguir el orden encontrado, sirvo un vaso de jugo, no hay refrigerador mas limpio, ni alacena más ordenada que las mias. Lista para tirarme frente al televisor y disfrutar el ocaso del día, doy un empujón con la cadera a la puerta del refri. Una nota en tono chillon pegada a el llama mi atención, libero una de mis manos y leo despreocupada. Cada palabra plasmada en ella me golpea fuertemente. Tardo unos segundos en reaccionar. Abandono mi cena y me dejo caer en un banco frente a la barra. Mi cabeza se convierte en un torbellino, miles de dudas surgen. Como enfrentar el problema, ¡como sobrevivir!
Enojo, coraje, tristeza, incertidumbre y desesperación, son solo algunos de los sentimientos identificados que fluyen por todo mi cuerpo. Camino por la sala, he perdido el apetito y mi cabeza no se concentra en actividad alguna. Mi mano no se atreve a tomar un libro del estante. Decido tratar de dormir, pero ya en la habitación, la pulcritud de la cama me repele. Me recuesto en el sillón y al final el sueno me vence.

Despierto mas temprano que de costumbre. Me ducho rápidamente, no quiero pensar más, decido calzar los mismos zapatos. Tomo la bufanda, el portafolio y las llaves y salgo apresurada sin haber entrado siquiera a la cocina.  Con el cansancio acumulado en mis hombros y sumando a ello el peso de mi portafolio, bajo pesadamente los escalones; otro día que empieza, la rutina. Y una nota en papel chillón descansa en la barra de la cocina:

                                      Licenciada:
Algo  surgió, me tomo unos días
Libres, nos vemos la próxima
semana
                                                                                         Armida          

28 de mayo de 2011

Confundido


Cuando despertó, no lo podía creer, todo estaba tal como lo recordaba. El cuadro de los fieros animales selváticos; el campamento de soldados verdes, unos alertas al ataque y otros varios regados entre montanas de ropa sucia como recuerdo de la batalla librada la noche anterior. El vaso con agua que insistentemente pidió a mama y ni siquiera probó; la colección de piedras raras  enfiladas en la repisa; la envoltura del chocolate que casi atina al cesto de basura. Todo igual. Se revuelca entre las sabanas tratando de recuperar en su mente la aventura vivida durante la noche. No lo consigue. De pronto su mirada se clava en el espacio….su dinosaurio es de felpa y todavía estaba allí.

Polvoron

Al fin, frente a frente, sus ojos de avellana clavados en los míos, todo el ambiente huele a ella, a cítricos y vainilla, su cabello de oro cual hilos de miel enmarca un rostro perfecto, como esculpido en azúcar, y lo coronan unos labios de acitrón que me muero por besar. Me acerco, rozo sus brazos color canela, de piel suave y tersa cual durazno fresco. Entreabre sus labios dejando ver sus dientes aperlados entre el aroma a yerbabuena, todo en ella es perfecto. La fundo conmigo en un suave abrazo. ¿Qué pasa?   ¡Esta hueca!  ¡Se desmorona! … era solo un polvorón.

26 de mayo de 2011

Magia en el Escenario

Fue maravilloso. Como cosa de otro mundo. Inimaginable poder disfrutar de tal variedad, y con boleto pagado. Acomodado confortablemente, con espacio suficiente para poder contar con la movilidad deseada. Mi refresco recién destapado, emanando el gas que pronto raspara mi garganta. Mas cómodo, ni como pensarlo.

El escenario se extiende imponente frente a mis ojos. Primera fila, asiento preferencial. Fijo la mirada. Frente a mi, desfila un animal,  que es? Parece una especie de caballo, podría tal vez hasta ser un unicornio. Si, creo que es uno de ellos. Lo alcanza una paloma, y  rebasa su paso lento. Llega una especie de ola y arrasa con ambos, dejando una estela de pequeños pececillos que nadan presurosos hacia el otro lado. No llegan, una gran ballena los engulle, mientras cerca, un ser narizón  asoma una mueca en burlona sonrisa. Su sombrero, tipo boina, vuela por encima de el como si el viento quisiera transportarlo veloz para evitar que lo alcance. El viento no lo logra, el hombre llega presuroso, aunque al parecer sin la sonrisa burlona y hasta la nariz más pequeña. En el lado contrario aparece una mano, si, una mano cerrada en puno, dispuesta a asestar el golpe final, pero,  a quien? Busco por la inmensidad del escenario y no encuentro nada, tal vez sea cuestión de tiempo. Espero unos segundos, pero el escenario se empieza a congestionar, se oscurece y un ruido ensordecedor me hace estremecerme. Me pongo tenso. Espero, pero hay gente corriendo a mí alrededor. Me levanto rápidamente y corro yo también a guarecerme de la  lluvia.

25 de mayo de 2011

Cuatro Estaciones (Haikus)

                                I
Retoños castos
                 coloreando el campo
          hoy verde pardo

                                                                                                       II
Rosas azules
     sereno astro en cielo
        caldea el tiempo

                                III
Lluvia dorada
        victoriosa corona
          la tierra nueva

         IV
Invierno nuevo
      dejando tierra albina
        y escarcha nívea

Frio en los Pies

Aquella conversación que tuvimos mi madre y yo, cuando enterramos a la tía Anita, quedo hondamente grabada en mi memoria. Era la primera vez que yo asistía a una sala de velación, solo tenia nueve anos.
-  Mama, y,  donde esta la tía Anita? – pregunte en voz baja.
- Dentro de esa caja – Mi madre señaló la caja gris que estaba al frente.
-   desnuda? – fue la pregunta que me vino a la mente
-   Claro que no  - contesto entre indignada y divertida – Debe traer puesto su vestido favorito  
-  Y que zapatos? -  pregunte
- Van descalzos – me dijo. Y  siguió en el interminable ritual de saludos. Yo, me quede con ese pensamiento revoloteando en mi cabeza.

  Quien iba a pensar que era mi turno? Lo se por el frío en los pies. Un silencio sepulcral me envuelve. Mis ojos, los siento pesados, me es imposible abrirlos. A lo lejos se escuchan murmullos. Y mis pies, sienten frío. Mi corazón late a mil por hora. Tengo miedo de moverme, y que mi piel sienta la suavidad de la tela en las paredes de mi estuche de gala. Eso, confirmaría mis sospechas. Y mis pies, siguen fríos. Trato de no pensar mas, siento la boca seca. Me siento tiesa, mis extremidades no me responden. Me hundo dentro de mí. Quiero gritar y ningún sonido brota de mi garganta. Tengo los pies fríos. A lo lejos escucho pasos, se acercan,  una mano tibia golpea mi hombro.

Bajo al comedor. Mi madre me ve de reojo y hace la pregunta obligada,
- Como pasaste la noche?
- Bien – contesto, mientras tomo una manzana y me dirijo a la puerta –solo tuve frío en los pies- digo antes de salir a vivir el día.

24 de mayo de 2011

Soledad

Hoy tengo melancolía
de esas de un solo día

                                                  que huye

escapa

               se hunde

 día que despertó dormido

Caceria en el Parque

Me senté en un lugar un poco mas apartado, pero no tanto como para no poder echar ojo de los niños que salieron como caballo sin freno a perderse entre los juegos que el parque ofrece. Yo llevaba un libro corto y ligero que me permitiera centrar mi atención tanto en los niños como en la lectura. Me acomode en la banca y me dispuse a leer. Echaba una ojeada al libro y minutos después peinaba el lugar con la mirada para ubicar a mis hijos, que estaban olvidados de su progenitora. Durante el turno de lectura algo a mi lado llamo mi atención, no era más que un gato gris pardo inquieto por algo que se movía entre los setos, un ¡ratón!, me sobresalte un poco, pero al ver que me encontraba a buena distancia me calme y observe la escena. Era como si el ratón retara al gato pardo con la mirada mientras este esperaba al asecho a que su presa se moviera con el fin de atraparlo; en ese momento otro gato pero este amarillento y despeinado se acerco pausadamente, los animales se vieron y erizaron sus cuerpos acompañados de un maullido de enojo, como reclamando la presa que ahora ambos querían adjudicarse, el ratón, aprovechando el descuido, corrió hacia un tubo de desagüe al final del parque, y ambos gatos, volviendo su atención al asunto en discordia corrieron tras el y desaparecieron dentro del tubo. Todo duro unos segundos, y tras la distracción yo volví a mi lectura y al cuidado de los míos. Tan solo unos minutos después, observe como los gatos pasaban frente a mi, y casi puedo asegurar que el pardo sonreía con satisfacción.

Sonrisa de Luna

Todos duermen, el reloj marca las 9:52. Seco el último plato y después de guardarlo en la alacena, cuelgo el trapo y me quito el delantal. La puerta del patio me llama, salgo y siento la noche sobre mi cara. Estoy cansada, pienso, pero ¿como no? despertador a las 5:50, todos arriba, uniformes, desayuno, mochilas y beso de despedida, lavo platos, hago camas, 3 coladas, tiende ropa, un chongo rápido y las compras, barre afuera, barre adentro, sacudida, la comida, doblar ropa y a comer; las tareas, el deporte, la maqueta, la tiendita; a bañarse, las pijamas y a la cama. Y viene la pregunta ¿Qué hay de cena?, unos huevos, lavo platos, otro beso y a dormir.
Parada en medio de la noche con mis manos en la cintura, hago un círculo con mi cabeza tratando de aflojar los músculos del cuello, y en uno de esos giros mis ojos se topan con un cielo negro donde una estrella me guiña y la luna me sonríe, yo sonrío de vuelta, entro a  casa y duermo.

23 de mayo de 2011

Tablado



Las luces amarillentas y las velas sobre las mesas alumbran tenuemente el lugar.  Aromas viejos y rancios se esparcen por el aire, mientras los comensales saborean sendas copas de vino tinto acompañadas de quesos y pan de diferentes tipos. Yo, sentada al pie del tablado, espero fumando un cigarro a que Antonio apunte su guitarra. Todo listo, apago el cigarro y cierro fuertemente los ojos. Es lo mismo noche tras noche, sin embargo cada día es distinto, en cuanto mis zapatos hacen contacto con la vieja madera del tablado todo cambia. El primer rasguño contra las cuerdas hace eco en el espacio y con el, mi alma se funde con la guitarra, con el tablado, con el ambiente. Abro los ojos y no veo nada, doy el primer taconazo y la energía entra por todo mi cuerpo, hace que mis palmas se junten en aplausos armoniosos a mi ser, a mi sentir. Golpe tras golpe en las tablas, dolor, misterio, euforia, pasión, todos mis sentimientos afloran, se mezclan, el latido de mi corazón va en creciente, las venas de mi cuello revientan y mis castañuelas suenan incesantes, mis pensamientos levitan, están en mis recuerdos, sin siquiera recordar nada. Lagrimas brotan a caudal de mis ojos ciegos, me siento exhausta. La música cesa…..Ole

22 de mayo de 2011

Comparsa

Soy
lamento incierto
palacio de piedra
vida sin vida

Eres
            eterna esperanza
dulcificante sosiego
luz en la luz

Somos
sarmiento en helada
prodigio celoso / comparsa perpetua

El Numero Seis


 Sobre el campo verde resaltan veintidós jugadores, once azules y once blancos, el árbitro levanta la mano, da el silbatazo de salida y se empieza a escuchar el sonido sordo del balón que rebota de taco en taco.
Desde la tribuna se oyen los gritos de ánimo de las madres emocionadas, pero mi oído se concentra en la voz de un papá estacionado justo tras la línea blanca del campo, que exaltado y caminando a lo largo de la cancha  como siguiendo a su hijo, un bajito con peinado de cazuela y ojos de plato que viste el numero seis, grita sin cesar:

- ¡Pégale! ¡Llévatela! ¡Vamos!

Se toma la cabeza entre las manos, y conforme transcurre el partido, el papá empieza a perder el control,

 -¡Con una fregada, que te muevas! ¡Porque no le das!

Todo el partido lo observo a detalle, esperando que en cualquier momento se meta al campo y saque al numero seis de la oreja, pero se contiene y se limita a externar la frustración de un padre que quiere vivir su pasión a través del hijo.

-¡Que pasa, pos que no viste esa bola! ¡Te pasó rozando caray!

El No. Seis lo ve de reojo con mirada recriminadora y sigue corriendo hacia la jugada del momento. Los gritos no cesan y el papá se ve realmente alterado.

Por fin, una hora mas tarde, el arbitro silba el final del partido, no me enteré quien fue el equipo ganador, solo vi como el papá, con sus manos en la cintura lanzaba un hondo suspiro de espaldas al campo mientras los jugadores saludaban en gesto deportivo a sus oponentes.

Todos los niños corren hacia sus padres, observo al numero seis, que llega con el suyo a chocar palmas, y este le dice despeinando su cabeza

-¡Bien jugado hijo!