30 de mayo de 2011

Noticias que Matan

Con el cansancio acumulado en mis hombros y sumando a ello el peso de mi portafolios, subi pesadamente los escalones; otro día que se acaba, la rutina. Nada como llegar a casa. Abro la puerta y de golpe me llega el aroma fresco, a pino y flores. Tiro el portafolio las llaves y la bufanda; mas adelante, los zapatos con un dejo de descuido, eso sucede cuando sabemos que alguien pondrá orden y mañana volveremos a lo andado. Ya en la habitación, la cama perfectamente estirada y los mullidos cojines acomodados milimétricamente me invitan a una larga siesta, pero resisto y me dirijo directamente al baño, me cambio a ropa cómoda y por supuesto, la usada queda regada por el piso. Ya en la cocina, preparo una cena a base de fruta y embutidos, no me cuido mucho de seguir el orden encontrado, sirvo un vaso de jugo, no hay refrigerador mas limpio, ni alacena más ordenada que las mias. Lista para tirarme frente al televisor y disfrutar el ocaso del día, doy un empujón con la cadera a la puerta del refri. Una nota en tono chillon pegada a el llama mi atención, libero una de mis manos y leo despreocupada. Cada palabra plasmada en ella me golpea fuertemente. Tardo unos segundos en reaccionar. Abandono mi cena y me dejo caer en un banco frente a la barra. Mi cabeza se convierte en un torbellino, miles de dudas surgen. Como enfrentar el problema, ¡como sobrevivir!
Enojo, coraje, tristeza, incertidumbre y desesperación, son solo algunos de los sentimientos identificados que fluyen por todo mi cuerpo. Camino por la sala, he perdido el apetito y mi cabeza no se concentra en actividad alguna. Mi mano no se atreve a tomar un libro del estante. Decido tratar de dormir, pero ya en la habitación, la pulcritud de la cama me repele. Me recuesto en el sillón y al final el sueno me vence.

Despierto mas temprano que de costumbre. Me ducho rápidamente, no quiero pensar más, decido calzar los mismos zapatos. Tomo la bufanda, el portafolio y las llaves y salgo apresurada sin haber entrado siquiera a la cocina.  Con el cansancio acumulado en mis hombros y sumando a ello el peso de mi portafolio, bajo pesadamente los escalones; otro día que empieza, la rutina. Y una nota en papel chillón descansa en la barra de la cocina:

                                      Licenciada:
Algo  surgió, me tomo unos días
Libres, nos vemos la próxima
semana
                                                                                         Armida          

28 de mayo de 2011

Confundido


Cuando despertó, no lo podía creer, todo estaba tal como lo recordaba. El cuadro de los fieros animales selváticos; el campamento de soldados verdes, unos alertas al ataque y otros varios regados entre montanas de ropa sucia como recuerdo de la batalla librada la noche anterior. El vaso con agua que insistentemente pidió a mama y ni siquiera probó; la colección de piedras raras  enfiladas en la repisa; la envoltura del chocolate que casi atina al cesto de basura. Todo igual. Se revuelca entre las sabanas tratando de recuperar en su mente la aventura vivida durante la noche. No lo consigue. De pronto su mirada se clava en el espacio….su dinosaurio es de felpa y todavía estaba allí.

Polvoron

Al fin, frente a frente, sus ojos de avellana clavados en los míos, todo el ambiente huele a ella, a cítricos y vainilla, su cabello de oro cual hilos de miel enmarca un rostro perfecto, como esculpido en azúcar, y lo coronan unos labios de acitrón que me muero por besar. Me acerco, rozo sus brazos color canela, de piel suave y tersa cual durazno fresco. Entreabre sus labios dejando ver sus dientes aperlados entre el aroma a yerbabuena, todo en ella es perfecto. La fundo conmigo en un suave abrazo. ¿Qué pasa?   ¡Esta hueca!  ¡Se desmorona! … era solo un polvorón.

26 de mayo de 2011

Magia en el Escenario

Fue maravilloso. Como cosa de otro mundo. Inimaginable poder disfrutar de tal variedad, y con boleto pagado. Acomodado confortablemente, con espacio suficiente para poder contar con la movilidad deseada. Mi refresco recién destapado, emanando el gas que pronto raspara mi garganta. Mas cómodo, ni como pensarlo.

El escenario se extiende imponente frente a mis ojos. Primera fila, asiento preferencial. Fijo la mirada. Frente a mi, desfila un animal,  que es? Parece una especie de caballo, podría tal vez hasta ser un unicornio. Si, creo que es uno de ellos. Lo alcanza una paloma, y  rebasa su paso lento. Llega una especie de ola y arrasa con ambos, dejando una estela de pequeños pececillos que nadan presurosos hacia el otro lado. No llegan, una gran ballena los engulle, mientras cerca, un ser narizón  asoma una mueca en burlona sonrisa. Su sombrero, tipo boina, vuela por encima de el como si el viento quisiera transportarlo veloz para evitar que lo alcance. El viento no lo logra, el hombre llega presuroso, aunque al parecer sin la sonrisa burlona y hasta la nariz más pequeña. En el lado contrario aparece una mano, si, una mano cerrada en puno, dispuesta a asestar el golpe final, pero,  a quien? Busco por la inmensidad del escenario y no encuentro nada, tal vez sea cuestión de tiempo. Espero unos segundos, pero el escenario se empieza a congestionar, se oscurece y un ruido ensordecedor me hace estremecerme. Me pongo tenso. Espero, pero hay gente corriendo a mí alrededor. Me levanto rápidamente y corro yo también a guarecerme de la  lluvia.

25 de mayo de 2011

Cuatro Estaciones (Haikus)

                                I
Retoños castos
                 coloreando el campo
          hoy verde pardo

                                                                                                       II
Rosas azules
     sereno astro en cielo
        caldea el tiempo

                                III
Lluvia dorada
        victoriosa corona
          la tierra nueva

         IV
Invierno nuevo
      dejando tierra albina
        y escarcha nívea

Frio en los Pies

Aquella conversación que tuvimos mi madre y yo, cuando enterramos a la tía Anita, quedo hondamente grabada en mi memoria. Era la primera vez que yo asistía a una sala de velación, solo tenia nueve anos.
-  Mama, y,  donde esta la tía Anita? – pregunte en voz baja.
- Dentro de esa caja – Mi madre señaló la caja gris que estaba al frente.
-   desnuda? – fue la pregunta que me vino a la mente
-   Claro que no  - contesto entre indignada y divertida – Debe traer puesto su vestido favorito  
-  Y que zapatos? -  pregunte
- Van descalzos – me dijo. Y  siguió en el interminable ritual de saludos. Yo, me quede con ese pensamiento revoloteando en mi cabeza.

  Quien iba a pensar que era mi turno? Lo se por el frío en los pies. Un silencio sepulcral me envuelve. Mis ojos, los siento pesados, me es imposible abrirlos. A lo lejos se escuchan murmullos. Y mis pies, sienten frío. Mi corazón late a mil por hora. Tengo miedo de moverme, y que mi piel sienta la suavidad de la tela en las paredes de mi estuche de gala. Eso, confirmaría mis sospechas. Y mis pies, siguen fríos. Trato de no pensar mas, siento la boca seca. Me siento tiesa, mis extremidades no me responden. Me hundo dentro de mí. Quiero gritar y ningún sonido brota de mi garganta. Tengo los pies fríos. A lo lejos escucho pasos, se acercan,  una mano tibia golpea mi hombro.

Bajo al comedor. Mi madre me ve de reojo y hace la pregunta obligada,
- Como pasaste la noche?
- Bien – contesto, mientras tomo una manzana y me dirijo a la puerta –solo tuve frío en los pies- digo antes de salir a vivir el día.

24 de mayo de 2011

Soledad

Hoy tengo melancolía
de esas de un solo día

                                                  que huye

escapa

               se hunde

 día que despertó dormido

Caceria en el Parque

Me senté en un lugar un poco mas apartado, pero no tanto como para no poder echar ojo de los niños que salieron como caballo sin freno a perderse entre los juegos que el parque ofrece. Yo llevaba un libro corto y ligero que me permitiera centrar mi atención tanto en los niños como en la lectura. Me acomode en la banca y me dispuse a leer. Echaba una ojeada al libro y minutos después peinaba el lugar con la mirada para ubicar a mis hijos, que estaban olvidados de su progenitora. Durante el turno de lectura algo a mi lado llamo mi atención, no era más que un gato gris pardo inquieto por algo que se movía entre los setos, un ¡ratón!, me sobresalte un poco, pero al ver que me encontraba a buena distancia me calme y observe la escena. Era como si el ratón retara al gato pardo con la mirada mientras este esperaba al asecho a que su presa se moviera con el fin de atraparlo; en ese momento otro gato pero este amarillento y despeinado se acerco pausadamente, los animales se vieron y erizaron sus cuerpos acompañados de un maullido de enojo, como reclamando la presa que ahora ambos querían adjudicarse, el ratón, aprovechando el descuido, corrió hacia un tubo de desagüe al final del parque, y ambos gatos, volviendo su atención al asunto en discordia corrieron tras el y desaparecieron dentro del tubo. Todo duro unos segundos, y tras la distracción yo volví a mi lectura y al cuidado de los míos. Tan solo unos minutos después, observe como los gatos pasaban frente a mi, y casi puedo asegurar que el pardo sonreía con satisfacción.

Sonrisa de Luna

Todos duermen, el reloj marca las 9:52. Seco el último plato y después de guardarlo en la alacena, cuelgo el trapo y me quito el delantal. La puerta del patio me llama, salgo y siento la noche sobre mi cara. Estoy cansada, pienso, pero ¿como no? despertador a las 5:50, todos arriba, uniformes, desayuno, mochilas y beso de despedida, lavo platos, hago camas, 3 coladas, tiende ropa, un chongo rápido y las compras, barre afuera, barre adentro, sacudida, la comida, doblar ropa y a comer; las tareas, el deporte, la maqueta, la tiendita; a bañarse, las pijamas y a la cama. Y viene la pregunta ¿Qué hay de cena?, unos huevos, lavo platos, otro beso y a dormir.
Parada en medio de la noche con mis manos en la cintura, hago un círculo con mi cabeza tratando de aflojar los músculos del cuello, y en uno de esos giros mis ojos se topan con un cielo negro donde una estrella me guiña y la luna me sonríe, yo sonrío de vuelta, entro a  casa y duermo.

23 de mayo de 2011

Tablado



Las luces amarillentas y las velas sobre las mesas alumbran tenuemente el lugar.  Aromas viejos y rancios se esparcen por el aire, mientras los comensales saborean sendas copas de vino tinto acompañadas de quesos y pan de diferentes tipos. Yo, sentada al pie del tablado, espero fumando un cigarro a que Antonio apunte su guitarra. Todo listo, apago el cigarro y cierro fuertemente los ojos. Es lo mismo noche tras noche, sin embargo cada día es distinto, en cuanto mis zapatos hacen contacto con la vieja madera del tablado todo cambia. El primer rasguño contra las cuerdas hace eco en el espacio y con el, mi alma se funde con la guitarra, con el tablado, con el ambiente. Abro los ojos y no veo nada, doy el primer taconazo y la energía entra por todo mi cuerpo, hace que mis palmas se junten en aplausos armoniosos a mi ser, a mi sentir. Golpe tras golpe en las tablas, dolor, misterio, euforia, pasión, todos mis sentimientos afloran, se mezclan, el latido de mi corazón va en creciente, las venas de mi cuello revientan y mis castañuelas suenan incesantes, mis pensamientos levitan, están en mis recuerdos, sin siquiera recordar nada. Lagrimas brotan a caudal de mis ojos ciegos, me siento exhausta. La música cesa…..Ole

22 de mayo de 2011

Comparsa

Soy
lamento incierto
palacio de piedra
vida sin vida

Eres
            eterna esperanza
dulcificante sosiego
luz en la luz

Somos
sarmiento en helada
prodigio celoso / comparsa perpetua

El Numero Seis


 Sobre el campo verde resaltan veintidós jugadores, once azules y once blancos, el árbitro levanta la mano, da el silbatazo de salida y se empieza a escuchar el sonido sordo del balón que rebota de taco en taco.
Desde la tribuna se oyen los gritos de ánimo de las madres emocionadas, pero mi oído se concentra en la voz de un papá estacionado justo tras la línea blanca del campo, que exaltado y caminando a lo largo de la cancha  como siguiendo a su hijo, un bajito con peinado de cazuela y ojos de plato que viste el numero seis, grita sin cesar:

- ¡Pégale! ¡Llévatela! ¡Vamos!

Se toma la cabeza entre las manos, y conforme transcurre el partido, el papá empieza a perder el control,

 -¡Con una fregada, que te muevas! ¡Porque no le das!

Todo el partido lo observo a detalle, esperando que en cualquier momento se meta al campo y saque al numero seis de la oreja, pero se contiene y se limita a externar la frustración de un padre que quiere vivir su pasión a través del hijo.

-¡Que pasa, pos que no viste esa bola! ¡Te pasó rozando caray!

El No. Seis lo ve de reojo con mirada recriminadora y sigue corriendo hacia la jugada del momento. Los gritos no cesan y el papá se ve realmente alterado.

Por fin, una hora mas tarde, el arbitro silba el final del partido, no me enteré quien fue el equipo ganador, solo vi como el papá, con sus manos en la cintura lanzaba un hondo suspiro de espaldas al campo mientras los jugadores saludaban en gesto deportivo a sus oponentes.

Todos los niños corren hacia sus padres, observo al numero seis, que llega con el suyo a chocar palmas, y este le dice despeinando su cabeza

-¡Bien jugado hijo!